Hora de desempolvar aquellos recuerdos de infancia que hacían las Navidades más interesantes.
Si me preguntan cuál es el regalo de Navidad que más recuerde de mi lejana infancia, tendría que decirles ropa. Había una costumbre en mi familia que para el 24 de diciembre generalmente nos regalaban ropa, pues los juguetes eran reservados a los Reyes Magos y ahí tengo muchos que agradecer.
Una anécdota muy personal es que siempre me ha gustado dar detalles a mis personas especiales, incluso si no tenía mucho dinero y yo tenía que fabricarlos (he regalado ilustraciones, calendarios, tazas y agendas). Una vez estaba encerrada en mi recámara envolviendo como loca; nadie en la casa (a excepción de mi hermano, quien fue mi cómplice) sabía que había comprado cosillas y mientras yo estaba enterrada entre papel celofán y moños, mi abuelita hizo su triunfal aparición sólo para ofrecerme dulces. Así fue como la frase “Quieres unos borrachitos” se hizo mítica entre mi hermano y yo. Amo esos dulces, pero aquella ocasión con el susto de que no fuera a ver que había, dije que no y cerré la puerta. Obviamente me tuve que quedar con el antojo, era más importante salvaguardar el secreto de los regalos.
Uno de los regalos que hizo mi niñez y la de mis hermanos muy feliz sin duda fue el Nintendo, aquel que traía el tapete y la pistola, aunque creo que quien más lo disfrutó fue mi tío. Pasaba horas (madrugadas) pegado al juego, incluso nos amenazaba con no tocarlo pues se había quedado en no sé cuál nivel y como en ese entonces no existía la opción de “salvar Juego”, si le movíamos algo corríamos el riesgo de echar a perder su partida y… tendría que volver a comenzar. Todavía me acuerdo cuando acabó Mario Bros. y bien emocionado nos compartía lo que pasaba, incluso cuando descubrió el truco de las vidas infinitas. Esa fue mi primer y única consola, nunca he sido buena jugando.
Puedo mencionarles mi bicicleta, aquella con la que aprendí a pedalear y me acompañó en las escarpadas del Bosque de Aragón (donde mi hermano perdió los dientes cuando se enredó una agujeta en la cadena), o las bajadas suicidas de las fuentes de Chapultepec (esa era velocidad). También hubo un teclado que nunca dominé, pero en mis ratos libres sacaba las notas de las canciones de Dragon Ball o Sailor Moon (tal vez si hubiera tomado clases de piano mi vida sería otra).
Ahora ya saben dónde va a parar mi quincena Xd
De los juguetes que sobreviven de aquellos tiempos sólo tengo mis ponies y esos nunca de los nunca serán desechados.
Desgraciadamente en esa época no tenía noción de lo que era el anime, ni mucho menos había tantas cosas como ahora y recibir algún regalo navideño animanguesco fue nulo. Actualmente esos forman parte de mis preciosos autoregalos y el año pasado un par de películas fueron las elegidas: Ponyo y Supernatural, el anime. Este año voy por la Princesa Mononoke y lo que se atraviese en mi camino.
Habrá personas que digan que la Navidad es una fecha donde la mercadotecnia triunfa sobre todas las cosas y puede que sea verdad, pero también es un pretexto para reunirte con tus personas queridas. Como les dije al principio, no necesitas dar regalos carísimos ni llenarte de deudas, aquello que das de corazón es lo que más se agradece y yo le agradezco a mi familia, en especial a mi madre, el esfuerzo que hacía para cumplir los deseos de sus tres pollos quienes aun siendo adultos siguen recibiendo sus detalles.
¡FELICES FIESTAS!
☆Saludos by Star!
PD. Les presumo uno de los artrades navideños que más me ha encantado hacer y decora mi estudio, este es el link del archivo original