Allá en el lejano 2007 de la década pasada, me topé con una serie que fue resultado de una tira de cuatro paneles la cual además de genial e inspiradora me hizo pensar: ¿cómo lograron entonces que Garfield animado fuera tremendo fracaso?
En fin, el tiempo me dio la razón y por lo menos Bill Murray se disculpó durante Zombieland por semejante tropiezo en su carrera. Y bueno, casi con el ánimo suficiente como para tomar un par de esos mechudos amarillos para acompañar al resto de la pandilla a llenar de entusiasmo a todos los demás, Lucky Star como dije es de lo más inspiradora y entretenida.
Un slice of life / school life lleno de tantas parodias y referencias tanto al mundo real como al universo animezco que podría rivalizar con otras genialidades del tamaño de Pani Poni Dashu o Nichijou, sin embargo siempre quedarán rebasados por la falta de un faro que guía e ilumina a todo el que esta dispuesto a recibir su energía y seguir con su fulgor.
Izumi Konata a quien no puedo referirme de otra forma si no es como Kona-chan Sensei, es la legendaria chica A, la encarnación más perfecta del mal (en un sentido sarcástico) y de la otakuzidad. Engalanada por la hermosa Hirano Aya cuya voz cambia de matices cada vez que Kona-chan Sensei decide aclarar un punto o iluminarnos con su sabiduría otaku. Además de todo Lucky Star es de esas series que sin necesidad de una gran trama, un enorme y oscuro complot detrás de todo, simple y sencillamente retrata una cotidianeidad divertida e inspiradora, además de que por tantas referencias, sutiles y no tanto uno puede seguir las perlas de sabiduría esparcidas en cada capítulo para adentrarse más y más en la cultura del anime y, en general, los gustos frikis. Debo confesar que fue precisamente por el visto bueno de Kona-chan Sensei que decidí seguir las aventuras de Code Geass y Lelouch of the Rebelion que me llevó a disfrutar tremenda saga y lo cual le valió el título de sensei.